Una de las cosas que nos definen como humanos es nuestra inclinación hacia las historias. Nos encantan, tanto explicarlas como escucharlas. La buena noticia es que estamos perfectamente cableados para las historias; la mala noticia es que las historias automáticas que creamos son probablemente demasiado simples y sesgadas para un mundo tan complejo como el que afrontamos.
Somos seres que viven en historias. En ellas encontramos respuestas a nuestras más inquietantes preguntas. Las narrativas han unido tribus, religiones, sociedades… Nos han aportado solaz y sentido. Nos han liberado de la ansiedad que generan algunas preguntas existenciales sobre grandes temas en nuestra corta vida.
Nos encanta trenzar y conectar acontecimientos de modo que parece que uno lleva al otro de modo claro y orgánico. Cuando miramos atrás hacia algo, somos capaces de contar una historia coherente sobre ello que nos parece obvia y evidente, y como apuntaba arriba, ahí está el gran problema: Nuestra inclinación por una narrativa simple nos ciega a las narrativas más reales.
No nos damos cuenta de cuán simple es la historia que nos contamos; no nos damos cuenta de que la propia historia que creamos le da forma a lo que percibimos, a nuestras conclusiones. El problema es doble:
En cuanto formamos nuestras historias, empezamos a crear relaciones de causa y efecto, suposiciones sobre intenciones, proyectamos lo que vendrá a continuación… Nuestro cerebro crea todo ese sentido sin apenas darnos cuenta, de modo automático. Este mecanismo es reforzado por las típicas piezas de los guiones de las novelas y películas que hemos devorado en nuestra vida y que de modo inadvertido han reforzado las garras de esta trampa.
Los líderes que sostienen con pasión sus heroicas batallas del pasado y proyectan versiones simplistas del futuro pueden ser muy seductores… y peligrosos. Para escapar de ello debemos renunciar o dudar de nuestras historias simples y volver a las más complejas, llenas de matices y más ajustadas a la realidad.
No es que las historias sencillas sean inútiles. A veces son muy útiles. El problema, la trampa, está en no darnos cuenta de que estamos cayendo en ella. La mayor parte del tiempo no creamos historias a propósito; sino que estas son creadas en el fondo de nuestra consciencia porque tratamos de darle forma a las muchas partes de nuestra vida que no tienen esa forma o que no tienen sentido.
Y sin darnos cuenta, caemos en la trampa de las historias simples haciendo al menos 3 cosas:
Nuestro cerebro se ha desarrollado para buscar este tipo de patrones, y cuando estos no son satisfechos (por ejemplo, en algunas películas posmodernas), experimentamos en nuestro cuerpo estrés y confusión. Esto está bien si estamos en el cine o en teatro (el autor nos confunde adrede con su narrativa), pero es un problema en la vida real donde pocas veces hay claros inicios o finales de algo. Y los buscamos; buscamos cuándo empiezan y acaban las cosas. ¿Cuándo empecé a darme cuenta de que estaba en un trabajo sin sentido para mí? ¿Cuándo acabé de darme cuenta de que mi matrimonio no funcionaba bien?
Buscamos también relaciones claras y simples de causa y efecto. ¿Qué hizo que el cliente actuara de aquella manera? ¿Qué va a ocurrir a continuación? Que los humanos podamos establecer relaciones de causa-efecto fue un gran logro de nuestra inteligencia, un avance sensacional. Pero hoy abusamos de esa habilidad creando relaciones causales demasiado simples y acabamos creyendo en ellas.
Este sesgo de crear relaciones causales también afecta al futuro. Cuando miramos atrás y creamos una conexión causal entre la contención de la pandemia y el rastreo masivo de casos, entonces ponemos el foco en rastrear casos; si la relación causal la establecemos entre la contención de la pandemia y el cierre de fronteras, entonces vamos por ahí… No quiero ser malinterpretado. Estas medidas y otras pueden tener mucho sentido y ser eficaces.
Lo que quiero decir es que, al confiar solo en una o dos de ellas, podemos estar perdiendo la importancia de las interconexiones y del contexto en el que mejor funciona cada medida. Y de ese modo podemos obviar una solución más matizada, ponderada o combinada, con fronteras abiertas, pero con control (pidiendo PCR), rastreo exhaustivo de casos en núcleos urbanos concentrados…
Así como las historias de ficción tienen claros roles o personajes (protagonistas, antagonistas, la suegra irritante, el genio no comprendido, el amigo ingenuo pero adorable…), así tendemos a crear claras representaciones de cómo son las personas que nos rodean y a creer en estas representaciones.
Kahneman nos dice que es más difícil describir de modo simple a las personas que conocemos más, pero que lo hacemos con facilidad cuando las tenemos a más distancia. Ha comprobado reiteradas veces que creamos una opinión muy sólida y amplia sobre los demás tomando una o dos características. Algo que ya conocemos desde hace tiempo (efecto halo).
Si alguien te resulta molesto en una primera reunión, es probable que en siguientes reuniones ya creas que es una persona molesta. Lo mismo pasa en positivo. Y una vez que hacemos una hipótesis sobre una persona, empezamos a seleccionar datos que apoyan y refuerzan esa conclusión (sesgo de confirmación).
Lo mismo pasa con una idea. Una vez nos gusta, empezamos a buscar selectivamente evidencias que la apoyen y a obviar aquellas que puedan ir en contra (de nuevo, sesgo de confirmación). No hacemos esto adrede. Simplemente, no percibimos los modos en los que descartamos información que va contra el primer juicio formado.
Nos cuesta mucho reconocer la complejidad o matices de una situación o de una persona que tenemos enfrente, sobre todo si va en contra de lo que pensamos. En esos casos, es fácil caer en la tentación de convertirlo en ‘el malo’ de tu historia, sin poder caer en la cuenta de que es ‘el héroe’ de su propia historia.
No hay modo de parar la tendencia biológica a buscar historias simples. Porque ocurren sin que nos demos cuenta. Creamos esas historias y creemos en ellas. Punto. Proyectarás lo ocurrido en el pasado al presente y hacia el futuro, crearás personajes rotundos con poca información; seleccionarás datos que confirmen tus suposiciones… Te pasará decenas de veces por día.
Pasa porque ha sido muy útil para nuestros antepasados. Lo único que debes hacer es utilizar algunos antídotos para evitar que esas historias simples limiten tu mundo, e impacten negativamente en tus resultados y relaciones. Comparto dos claves, una pregunta y un hábito, para poder liberarte de esta trampa.
Cuando te das cuenta de que llevas contigo una historia simple sobre una persona o grupo de personas puede ser útil nombrar el rol (la etiqueta) que piensas que juegan en la historia, y entonces de modo intencional cambiar ese rol y ver qué es lo que surge.
¿Crees que tu colega del Comité de Dirección está pendiente de socavar tu credibilidad o autoridad y hacerte quedar mal en frente de vuestro jefe y de los demás? Mira a ver si puedes reencuadrar su comportamiento como el héroe de su historia, en vez del villano en la tuya.
Esa persona no se levanta cada día pensando en cómo puede fastidiarte. Esa persona cree que hace las cosas por el bien común y que actúa de modo heroico o responsable. Quizá, incluso, esa persona piensa que eres tú el que tratas de socavar su credibilidad, y lo que hace es tratar de mostrar a vuestro jefe que trabaja duro y aporta valor. O quizá, lo que tú llamas ‘socavar tu credibilidad’ esa persona lo llama genuinamente ‘examinar críticamente’, o lo que sea.
Con esto no estoy negando que haya personas perjudiciales o negativas en nuestra vida, personas que actúan irresponsablemente. Lo que quiero decir es que, no debemos confiar en lo que nuestro cerebro nos dicta automáticamente sobre los demás sin explorar y contrastar posibles alternativas.
En este mundo VUCA, tus historias simples limitarán de modo dramático tu rango de pensar y sentir lo que es posible. Utilizar esta pregunta te permitirá abrir la trampa de tu inevitable marco simplista sobre los demás y te ayudará a vivir en un mundo de más posibilidades.
Otra recomendación es que desarrolles el hábito de que tan pronto como creas una historia sobre algo o alguien, a continuación crees una diferente. Y luego otra nueva.
Cuando estás convencido de que si esa iniciativa gana será un desastre, trata de ver si puedes crear otra historia que sea diferente. Cuando te oigas decirte a ti mismo, ‘he vivido esto antes y sé cómo acabará’, recuérdate que si la situación es compleja e intrincada, entonces no has visto nada así antes y no tienes ni idea sobre cómo acabará.
Piensa en estas situaciones como oportunidades para hacer yoga mental y emocional para estirar tu flexibilidad. Como en el yoga real, la práctica de ello te hará más flexible, y te permitirá actuar de modo más eficaz en complejidad.
La vida está llena de sutilezas, contradicciones y paradojas, donde rara vez las piezas del puzle encajan perfectamente. Si alguna vez lo hacen, lleva cuidado con tus conclusiones.
La clave no es evitar crear historias. No puedes evitarlo. Ni siquiera evitar que estas sean simples. Es demasiado difícil, cuando no imposible. La clave es darte cuenta de tus historias simples, recordar que son simples, creer menos en ellas, apegarte menos a ellas, y utilizar el hábito de multiplicar las opciones que estás contemplando.
La clave está en que en un mundo tan complejo una historia simple tiene una alta probabilidad de estar equivocada, al menos en parte, Y que esa historia te llevará a opciones o elecciones limitadas, pobres o sesgadas. Escapa de esta trampa para contar con más opciones, con más posibilidades y más elecciones en este mundo tan incierto.
Sin duda, te irá mucho mejor 🙂
Cuídate, P.
Si quieres saber más de este tema o de cualquier otro sobre desarrollo del liderazgo y transformación empresarial, déjame aquí tus datos y hablemos cuanto antes sobre ello.
Esta entrada forma parte de una serie de 6 entradas en las que hago un resumen libre, mezclado con nuestra experiencia de dos años en AddVenture trabajando con estas ideas con clientes, colegas y nosotros mismos, del libro de Jennifer Garvey, Unlocking Leadership Mindtraps: How to Thrive in Complexity. El resto de las entradas de la serie son:
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR