Una de las intervenciones más habituales que hacemos desde AddVenture es trabajar con equipos de dirección para construir con ellos lo que se conoce como un Equipo de Alto Desempeño. Se trata de un proceso de desarrollo del liderazgo individual y colectivo que permite al equipo alcanzar niveles de contribución extraordinarios y sostenible.
Una de las mejores definiciones de lo que existe en un Equipo de Alto Desempeño la comparte Daniel Poch en esta entrada de su blog, y que se agrupan en dos dimensiones interconectadas llamadas Productividad y Positividad. Es un modelo con el que trabajamos con frecuencia.
Otro modelo que utilizamos a menudo es el de las cinco disfunciones de Pat Lencioni. Si no has leído su breve y revelador libro te recomiendo que lo hagas durante estas próximas vacaciones.
Sin embargo, utilices el modelo que utilices, la experiencia nos muestra que incluso aquellos equipos que deciden invertir con esfuerzo y coraje para convertirse en un equipo de alto desempeño se encuentran con un desafío que lo puede echar todo a perder. Además, se trata de un ‘enemigo’ silencioso y difícil de ver.
El enemigo silencioso
¿Qué es eso que hace tan difícil que incluso un bueno equipo se mantenga enfocado en conseguir resultados extraordinarios? Se llama Egoísmo. O Individualismo. O Interés Propio. Todos tenemos una tendencia natural a cuidar de nosotros mismos antes que de los demás, incluso cuando en ellos incluimos a nuestras familias y equipos.
Y una vez que esa tendencia se introduce en un equipo, se extiende como una enfermedad contagiosa, destruyendo con rapidez las bases del trabajo en equipo.
Pongamos como ejemplo a los Chicago Bulls de 1994. Michael Jordan dejó el equipo tras ganar tres campeonatos seguidos, pero los Bulls, liderados por Phil Jackson desde el banquillo y por Scottie Pippen desde la pista aun consiguieron llegar a las finales.
En un partido contra los Knicks de Nueva York, los equipos estaban empatados a falta de 1,8 segundos. Los Bulls tenían la posición y Phil Jackson pidió tiempo muerto para diseñar el último tiro. Y Pippen se enfadó cuando Jackson decidió que no sería él, sino otro jugador quien haría ese tiro crucial, Toni Kukoc (blanco y europeo, imagino que para mayor cabreo de Pippen).
Pippen decidió unilateralmente no salir a jugar. Para sorpresa de todos, compañeros, espectadores del United Center y todos los que estaban por televisión, Pippen decidió que su orgullo como estrella estaba por encima del resultado colectivo del equipo. Como puedes ver en el vídeo de aquí abajo, el enorme Kukoc metió esa canasta final.
Este es el tipo de tendencia que todos podemos mostrar. Alguien puede decir que eso pasa con jugadores jóvenes no muy maduros y sometidos a la presión del deporte profesional. Pero no es así. Este tipo de comportamientos pasa en todos los ámbitos de la vida. Lo veo a diario en las empresas.
Somos muchos los que con los años hemos aprendido a disfrutar más los beneficios de conseguir resultados colectivos extraordinarios. Yo tuve la suerte de vivirlo con cierta intensidad desde mi adolescencia con la práctica del baloncesto. Y luego lo he podido replicar y desarrollar más en mi vida profesional.
Pero en todos estos casos con frecuencia escuchamos dentro de nosotros esa pequeña voz (o a veces no tan pequeña…) que dice ‘¿y yo qué?’. Y cuando es voz toma el control, los resultados del equipo quedan relegados. Y esa voz se dispara con facilidad cuando juzgamos que otros ya la están siguiendo.
¿Cómo lo podemos evitar? ¿Qué podemos hacer?
Dos son las estrategias para aplacar esa tendencia individualista o egoísta que todos tenemos porque está enraizada en nuestro ADN. Una interna y otra externa.
Conocer nuestras necesidades íntimas más acuciantes o patrones de pensamiento que nos pueden llevar a comportamientos contrarios a nuestras intenciones y que van en contra del desarrollo de un equipo de alto desempeño. Por ejemplo, en mi guía sobre los ’10 hábitos que bloquean tu desarrollo como líder’, que puedes obtener gratis al suscribirte a este blog, puedes encontrar un buen recurso para empezar con el trabajo serio con uno mismo.
Cuídate, P.
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