Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y agüelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista [se conquista, se gana con el esfuerzo personal], y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.
Don Quijote de la Mancha, segunda parte, capítulo XLII
¿Existe la receta del éxito para vivir una vida dichosa, feliz, satisfactoria? ¿Es posible? ¿Una receta que esté al alcance de cualquiera, que no requiera tener riquezas ni cualidades de nacimiento excepcionales?
Sí, existe, es posible esa vida lograda. Sin duda. En el año 2005 se publicó en una revista académica de psicología el interesante artículo “Shared Virtue: the Convergenge of Valued Human Strengths Across Culture and History”. Sus tres autores examinaron varias tradiciones religiosas y filosóficas milenarias para ver las respuestas de cada una a la pregunta ¿qué virtudes son las que posibilitan una buena vida?
Analizaron el confucionismo y el taoísmo, de China. El budismo e hinduismo, originados en la India. Y tres tradiciones originadas en Occidente, el judaísmo, el cristianismo, el islam. Así como lo que los autores del artículo llaman filosofía ateniense.
En definitiva, ¿para qué estrujarnos los sesos dilucidando cuáles son aquellas cualidades que responden a nuestra naturaleza, que nos hacen mejor persona y que permiten una buena vida, en armonía con los demás, si podemos subirnos a hombros de miles de gigantes que nos han precedido, aprovechando sus enseñanzas?
Encontraron mis tres colegas seis virtudes principales que son recurrentes en todas estas tradiciones: coraje, justicia, humanidad, templaza/ecuanimidad, sabiduría y transcendencia. Esta convergencia sugiere que no es una elección arbitraria y le da una notable solidez a este modelo como base para una vida lograda.
Cuatro de estas seis (coraje, justicia, templaza y sabiduría) son las clásicas virtudes estoicas, y las dos restantes son también tenidas en cuenta en el estoicismo: la humanidad (amor a los demás, amabilidad o generosidad) cuando se nos dice cómo relacionarnos con los demás; y la transcendencia (conectado al propósito y a la espiritualidad) cuando se habla de actitudes hacia el universo y la vida en mayúsculas.
Desde hace años me guío por la clasificación del estoicismo clásico, que estos tomaron de Sócrates: sabiduría (práctica), coraje, templanza y justicia.
La sabiduría práctica nos permite tomar decisiones que mejoran nuestra eudaimonía, la (éticamente) buena vida. El valor puede ser físico, pero más ampliamente se refiere al aspecto moral, por ejemplo, a la capacidad de actuar bien en circunstancias desafiantes. La templanza nos permite controlar nuestros deseos y acciones para que no cedamos a los excesos. La justicia, para Sócrates y los estoicos, se refiere no a una teoría abstracta sobre cómo se debe dirigir la sociedad, sino a la práctica de tratar a otros seres humanos con dignidad y equidad.
Por supuesto, fallo con frecuencia en mi anhelo de vivir una vida virtuosa. Pero eso no es lo relevante. Lo importante es que tengo una brújula moral explícita, un mapa ético. Y este mapa me proporciona enfoque, me sirve para ser mejor cada día, para seguir aprendiendo y para darle sentido a mi vida. Solo dedicarme a buscar cómo mejorar estas cuatro virtudes ya le da una buena base a mi existencia, la dotan de sentido.
Algunas áreas cotidianas donde practicar estas virtudes en lo concreto son:
Si aún quieres acciones concretas con las que desarrollar el carácter estoico revisa esta entrada.
Una característica crucial de la concepción estoica (y socrática) de la virtud es que las diferentes virtudes no se pueden practicar de forma independiente: uno no puede ser intemperante y valiente, en el significado estoico-socrático del término.
Aunque tiene perfecto sentido para nosotros decir que, por ejemplo, un individuo ha mostrado valor en la batalla y, sin embargo, bebe en exceso o tiene mal genio, para los estoicos esa persona no sería virtuosa, porque la virtud es un paquete de todo o nada. ¡Nadie dijo que esto del estoicismo fuera fácil! 😉
Cuídate, P.
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4 Comments
¿A qué decimos «No» cuando incorporamos estos principios a nuestra vida? La indeterminación con la que se vive puede solucionarse con el coraje para cumplir unos objetivos claros. ¿Y el miedo? Ese gran enemigo nuestro que nos acompaña todo el tiempo y nos impide tanto, ¿con qué virtudes lo combato más eficazmente?
Un abrazo Pablo y gracias por el artículo.
Pues yo creo que el miedo se combate con el coraje. Todos tenemos miedos, y el coraje es lo que nos da la fuerza para, a pesar del miedo, avanzar, no deja que nos paralice. Ell miedo lo hemos creado nosotros, también podemos crear la fuerza para combatirlo.
Gracias, Anxos.
Que buen tema me despierta la necesidad de conocer mucho más y de reservarlo como parte importante del cambio de mi vida y los demás que me rodean.