Apunté en esta entrada las seis razones por los que los clientes abandonan o tiran la toalla ante un proceso de coaching ejecutivo para desarrollar su liderazgo. En esta otra entrada profundicé sobre la primera: falta de sentido de propiedad sobre el proceso. Hoy escribo sobre la segunda: subestimar el tiempo que requiere realizar un buen proceso de coaching.
Son numerosos los clientes, y también las empresas patrocinadoras, que subestiman el tiempo y esfuerzo que requiere el proceso de transformación de un líder, de un ser humano. A veces me sigue sorprendiendo que se soliciten cambios transformadores en el cliente y que se espere que se produzcan tras unas pocas reuniones entre coach y cliente.
Es frecuente que mis clientes me digan que no tenían ni idea de que el proceso demandaría tanto esfuerzo, tanta dedicación. Antes de empezar yo les advierto de ello, incluso en nuestras propuestas comerciales informamos explícitamente que el proceso requiere del cliente una buena inversión de tiempo.
Una tendencia natural al establecer un objetivo es subestimar la dedicación necesaria para alcanzarlo. Me pasa a mí mismo con este blog. Cuando lo empecé pensé que escribir cada entrada de los miércoles o preparar las recomendaciones sobre desarrollo del liderazgo de los lunes me llevaría mucho menos tiempo del que realmente me demandan estas actividades.
Así todo parece requerir más tiempo del que pensábamos. Y cuando empezamos a darnos cuenta de que el tiempo requerido por algo es mucho mayor del previsto nos sentimos tentados a abandonar. Y este fenómeno es si cabe más acusado y frecuente con mi target de clientes: ejecutivos muy ocupados, con escaso control de sus agendas de trabajo y con frecuencia también con escasa paciencia.
Este sesgo poco realista respecto al tiempo necesario es un factor aun más crítico en el proceso de coaching con líderes que tratan de cambiar la percepción que de ellos tienen los demás. Cambiar nuestro comportamiento de modo sostenible (es decir, crear un nuevo hábito) lleva tiempo, más del que a priori creemos; pero aun sigue siendo poco si lo comparamos con lo que cuesta cambiar la percepción de los demás respecto a nuestro propio cambio. ¡Eso lleva mucho más tiempo! ¡Y ello requiere más convicción, perseverancia y paciencia que el propio cambio!
Tendemos a ver a los demás de modo consistente con la opinión que ya tenemos de ellos, y de hecho hasta prestamos más atención a los comportamientos que son consistentes con esa opinión previa y que la confirman. Cuando un cliente, sobre todo aquellos más impacientes, se enfoca en cambiar algún comportamiento y lo cambia, quiere que inmediatamente todos perciban y reconozcan su mejora. ¡Ojalá fuera así de sencillo!
Al trabajar con un cliente y establecer objetivos de cambio es importante ser realista en referencia al tiempo necesario para conseguir cambios positivos y sostenibles en el tiempo. Así mis procesos de coaching duran por lo menos un año.
Hábitos que se han desarrollado y reforzado durante varias décadas no se cambian en unas pocas semanas. Y el cambio en la percepción de los demás respecto al propio cambio aun llevará más tiempo.
Sé feliz, P.
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