Se trata esta de una fantástica fábula que ayuda a reflexionar, a adultos y niños, sobre las limitaciones, imaginarias y a la vez reales, que los humanos nos ponemos a nosotros mismos. Es una historia de autor desconocido que Jorge Bucay ha versionado con gran éxito, llegando incluso a publicar un precioso y recomendable libro para niños y jóvenes.
A continuación muestro mi versión, algo modficada de la de Bucay, que es la que comparto frecuentemente con clientes, la que cuento a mis hijos y que también les encanta a mi querido ahijado, Pablo, y a su hermana Sofía.
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos; y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, como después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de un peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes del volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio era evidente: ¿Qué lo mantenía entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años y todavía confiaba en la sabiduría de los mayores, le pregunté a mi padre por el misterio del elefante. Él me contestó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. A lo que repliqué: sí está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? Hice la pregunta a varios mayores y no recuerdo haber recibido ninguna respuesta convincente.
Hasta que al final fui a preguntarle a mi abuelo, quien de todos los mayores recuerdo que era el más sabio. Y mi abuelo, tal como yo esperaba, me dio la respuesta que andaba buscando: El elefante del circo no escapa -me dijo- porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cierra los ojos e imagínate al pequeño elefante recién nacido sujeto a la estaca -dijo mi abuelo. En aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Puedes ver, querido nieto, cómo seguramente muchas noches se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino: estar atado irremediablemente a aquella estaca.
Así aprendí, por fin, que ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo, no escapa porque cree, pobre, que NO PUEDE. Él tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás, jamás desde que de pequeño se dio por vencido, intentó poner a prueba su fuerza otra vez…
Todos somos un poco como ese elefante del circo: vamos por la vida atados a cientos de estacas que nos restan libertad, que limitan nuestras posibilidades. Vivimos creyendo que ‘no podemos’ simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos niños, o incluso cuando éramos adultos, no teníamos esa competencia o habilidad, probamos y no pudimos. Hicimos, entonces, lo del elefante, grabando en nuestro recuerdo: NO PUEDO, NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ.
¿Cuáles son tus estacas principales? ¿Cuáles son las justificaciones o excusas que te das a ti mismo o a los demás por no hacer lo que te gustaría o lo que realmente quisieras? ¿Cómo podrías liberarte de ellas?
Sé feliz, P.
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4 Comments
Pablo, estupendo ejemplo de como nos afectan las creencias limitantes, gracias.
Gracias a ti, Juan Luis.
Tenemos que hacer lo que consideremos lo mejor, lo más correcto. Aunque, como en el cuento, no sabemos, o casi, las consecuencias de este acto. Y como todo puede ser muy paradojico a veces de las cosas malas salen cosas buenas y de las cosas buenas salen cosas malas.Es todo muy complicado.
Gracias, Luis. Así es y hay un post donde comparto sobre esa paradoja del no saber que vendrá tras algo aparentemente bueno o malo (https://www.pablotovar.com/buena-suerte-o-mala-suerte-quien-sabe/).
Saludos.