En esta entrada anterior escribí sobre qué es la humildad en un líder y sobre los beneficios del liderazgo humilde. En esta, una vez familiarizados con lo anterior, te invito a que hagas un chequeo de cuán humilde eres como líder. O al menos de cuánto o cómo muestras la humildad en tu día a día.
Recuerda que nadie es humilde porque tenga la intención de serlo sino porque practica la humildad en lo cotidiano. Lo es porque muestra de modo consistente comportamientos humildes; y porque muestra pocos comportamientos que reflejan falta de humildad.
Puedes empezar respondiendo a las siguientes cuatro grandes preguntas, que recomiendo también que compartas con alguien que te conozca bien y sea de tu confianza; mejor aun si puedes con un coach. Ello te permitirá ganar en objetividad y verte con más claridad.
Quizá eres poco paciente con los demás. Toma conciencia de cómo los demás reaccionan frente a ti. Si tus colaboradores suelen evitar contarte cosas que creen que pueden molestarte, o meditan con cierto cuidado qué decirte y qué no, puede que te estés mostrando más autoritario o irritable de lo recomendable.
Enfócate en ser más tranquilo y sereno. Piensa en el impacto negativo, incluso en el daño, que puedes causar por no ser amable o por no mostrar más empatía.
Trata de ponerte en el lugar de alguien que se enfrenta a tu potencial brusquedad y aspereza.
Es decir, ¿prestas realmente atención cuando te hablan, sin estar haciendo otras cosas ni deambulando por la sala? ¿Estás realmente abierto a comprender, a entender lo que el otro quiere decir, sin tratar de prepararte para convencerlo de tu perspectiva? ¿Estás dispuesto a cambiar tu criterio respecto un asunto importante y en el que tienes fuertes convicciones?
Más fácil aún: ¿dejas que los demás acaben sus frases? Reflexiona sobre ello. Pide feedback. ¿Entiendes realmente lo que quieren decir sin perderte ninguna parte de su argumentación?
Si contestas que no a algunas de estas cinco preguntas, entonces tienes gran recorrido de mejora en tu humildad.
¿Inviertes bastante energía en ocuparte de la imagen que das a los demás? ¿Te arrogas personalmente méritos que son conseguidos por todo el equipo o con la colaboración de otras personas? ¿Creas bastantes oportunidades para que tu gente muestre su valía y sus éxitos? ¿Das regularmente reconocimiento público a los demás por sus logros?
Si contestas que sí en alguna de las dos primeras preguntas y con algún no en las dos últimas, tienes recorrido para mejorar en humildad.
Los líderes humildes están convencidos de que lo mejor que les puede ocurrir es que su gente sea reconocida por el éxito colectivo. No necesitan ese reconocimiento para ellos.
Es más, no lo quieren porque saben que es un buen ejercicio para mantener al traicionero ego a raya. Saben que su respeto crece cuando son los otros quienes reciben el crédito y mérito de su éxito.
¿Tiendes a buscar justificaciones de cualquier tipo cuando pintan bastos? ¿Elaboras historias cada vez más ‘creativas’ para evitar ser juzgado? ¿Sueles buscar cabezas de turco ante las adversidades?
Tienes que saber que el buscar culpables tiene un impacto peor en tu reputación que el problema inicial que tratas de evitar. Respeto y confianza solo se consiguen si uno asume siempre la responsabilidad incondicional ante cualquier situación, aprende de ello y hace algo para evitar que vuelva a ocurrir algo similar.
Reconoce ante los tuyos que no lo sabes todo y que te interesa aprender para mejorar.
Tragarse el orgullo es un gran paso hacia la humildad. Cuantas más veces te lo tragues, aunque sea en la intimidad de tus reflexiones, mejor.
Todos podemos cambiar, al menos hasta cierto punto. Las modificaciones en el comportamiento y la mejora de nuestro carácter son siempre posibles. Aunque requieren determinación y esfuerzo. Esto es lo que empecé a aprender hace décadas como estudiante en la facultad de psicología y es mi trabajo hoy. Lo que no suele ser posible es un cambio completo del carácter.
El compromiso personal para mejorar, tu intención firme y clara, es necesaria para la mejora, pero no suficiente. El cambio que consigas es proporcional al esfuerzo que hagas. Los resultados perdurables se consiguen solo tras una práctica rigurosa y sostenida de nuevos comportamientos.
Entrenar tu mente requiere enfoque, repetición y obtener feedback continuo de los demás, sobre todo de aquellos con mejor intención.
Algo muy recomendable, sin duda, es contratar un coach ejecutivo experto en trabajar con líderes senior como tú. El valor que obtendrás hará que, sin duda, la inversión valga la pena.
La semana que viene escribiré una última entrada con más recomendaciones concretas para mejorar tu humildad como líder.
Cuídate, P.
En esta serie, ver también:
El poder del liderazgo humilde
5 prácticas para mejorar tu humildad
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6 Comments
Gracias, Pablo. Me está encantando la serie de posts sobre humildad. Siempre he intentado ser humilde, pero el ego nos traiciona con frecuencia. Leerte ayuda a mejorar.
Gracias, Natxo. Aunque hace tiempo que no tenemos relación, recuerdo tus batallas, ciertamente meritorias y admirables, para mejorar la humildad. Y sí, el ego siempre está ahí al acecho, poderoso y traicionero. Llevo décadas de férrea lucha con el mío, que es muy tenaz, y aunque a veces me dan ganas de tirar la toalla, leer y trabajar para escribir estas cosas me sirve para ganar alguna de esas batallas. Abrazo fuerte, P.
Gracias Pablo. Siempre acertado.
Gracias, Alfred.
Muy buenas preguntas… Tambien me viene que algunos lideres, y muchas veces mujeres, caen en la trampa de demasiado humildad, y eso tampoco fomenta sostenibilidad. Quiza este post lo escribo yo 😉
Gracias, Roxane. Creo entender lo que quieres decir. Y discrepo en algo. Yo creo que nunca se puede ser demasiado humilde, o demasiado empático… Creo que cualidades o virtudes como estas no se pueden tener en exceso. Más bien, lo que puede ocurrir es que esas personas caen en el lado reactivo del comportamiento orientado a las personas, a las relaciones; y entonces se muestran complacientes, indulgentes, condescendientes, pasivas, sumisas, etc.