Esta es una historia preciosa de la que no sé su origen; una historia impactante que conocí hace algún tiempo y que parece ser cierta. Cierta o no, a mí me parece que es un poderoso relato sobre la solidaridad, la empatía, la entrega, la generosidad y el amor. Y que tiene múltiples enseñanzas para aquellos que quieran mejorar como personas. La comparto porque deseo que a ti te genere tantas reflexiones y sensaciones como me sigue generando a mí.
Un hombre y un joven adolescente llegan una tarde de viernes a un tranquilo hotel donde tras registrarse les muestran la habitación que van a compartir. Es una de las mejores habitaciones del hotel, con dos camas grandes y una sala anexa casi tan grande como el dormitorio con las dos camas.
Los recepcionistas y la persona que los acompañan a su habitación notan algo raro en ellos. Hombre y joven están serios y especialmente callados, ensimismados, con una pesada energía de tristeza. El chico está cabizbajo y muy pálido.
Un poco más tarde ambos bajan a cenar al restaurante del hotel. De nuevo el personal del restaurante los encuentran a ambos muy serios y callados. Cenan rápido, casi sin hablar entre ellos, y el chico muestra un especial desinterés por la comida.
Tras la cena, el chico sube hacia la habitación y el hombre va a la recepción donde pide hablar con el gerente del hotel. El recepcionista le pregunta amablemente si ha habido algún problema con la cena o con la habitación y se ofrece a solucionar lo que sea, y el hombre le dice que no hay ningún problema con el hotel y repite su solicitud de hablar con el gerente.
Una vez acude solícito el gerente que aún estaba presente en el hotel, el hombre le pide hablar en privado. Van a su despacho y allí, solos, el hombre le cuenta que está pasando una noche en el hotel con su hijo de casi 14 años quien está gravemente enfermo de cáncer, es posible que sea incluso un proceso terminal, y que el chico ha empezado recientemente un tratamiento bastante agresivo que le está haciendo perder el pelo.
Por eso han decidido venir ellos solos a este hotel, para estar un tiempo tranquilos, y aprovechar para afeitarle la cabeza al hijo esa noche, y que no sienta que con la caída progresiva de su pelo está perdiendo la batalla contra la enfermedad. Y también le dice que él también se afeitará su cabeza como muestra de apoyo a su hijo.
Y le dice que comparte con él todo esto porque le gustaría que se lo comunicara al personal del hotel para que al día siguiente por la mañana, cuando ambos vayan a desayudar con la cabeza afeitada, sean lo más respetuosos posible. El manager, tragando saliva y conteniendo con dificultad la emoción, le contesta que no se preocupe; que informará a todo el personal y que se comportarán adecuadamente.
A la mañana siguiente padre e hijo fueron a desayunar. Y vieron a los cuatro hombres que trabajaban en el restaurante hacer su trabajo con absoluta normalidad, todos con su cabeza afeitada.
¿Qué te parece esta historia? ¿Qué impacto ha tenido en ti? ¿Por qué se afeita el padre la cabeza? ¿Y por qué lo hacen los empleados del hotel? ¿Crees que en este momento hay algo que podrías hacer por alguien como este padre por su hijo o como el personal del hotel por un joven cliente desconocido para ellos? ¿Es necesario saber que alguien tan inocente como un menor está en riesgo de muerte para que salga lo mejor de nosotros?
Cuídate, P.
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1 Comment
Buenos dias Sr. Tovar, gracias por compartir esta hermosa historia de amor incondicional, personal que dan de forma incondicional, la historia me ha parecido eso una historia mas de lo que habita en el hombre con su luces y sus sombras, esta es de luz y amor, aunque no dejan de ser etiquetas, me hace reflexiionar sobre la autoconocimiento y como desde la caverna donde habitan todos los yoes, en este caso ha dominado el yo unitario ha predominado, la naturaleza humana nutrida de la matrix de la consciencia colectiva con su carga karmica, energetica o como se la desee llamar tiene un peso especifico importante y determinante, imprescindible para el desarrollo de la consciencia de cada ser.
Pablo un placer, gracias por compartir