Hace unos meses, Morgan Housel, publicó un interesante artículo titulado The Psychology of Money (La Psicología del Dinero) en el que desgrana 20 errores y sesgos que causan comportamientos nefastos alrededor de la gestión del dinero, de la inversión financiera.
En él nos cuenta la historia de dos inversores, que no se conocían, pero cuyos caminos se cruzaron en 2010. Comparar estas dos historias tiene, en mi opinión, conclusiones relevantes y valiosas también para el desarrollo del liderazgo, para tu mejora como persona. Tanto en la inversión como en el desarrollo del liderazgo, la clave está en tu comportamiento, en el desarrollo sostenible de nuevos hábitos.
Grace Groner quedó huérfana con 12 años. Nunca se casó y no tuvo hijos. Nunca tuvo coche. Vivió la mayor parte de su vida sola en una casa de un dormitorio y trabajó durante toda su carrera, 43 años, como secretaria. Era una señora agradable que tuvo una vida humilde y tranquila. Murió en 2010 con 100 años cumplidos y con una desconocida fortuna de más de siete millones de dólares. Aquellos que la conocían se preguntaban cómo pudo obtener Grace todo ese dinero.
Pero no había misterio, ni herencia que hubiera recibido. Grace empezó a ahorrar parte de su modesto salario cuando tenía 24 años y lo invirtió en acciones de la empresa donde trabajaba. Durante más de siete décadas se benefició del efecto de la capitalización y el interés compuesto. Eso fue todo lo que hizo.
Semanas después de la muerte de Grace, ocurrió algo con Richard Fuscone, antiguo vicepresidente de Merrill Lynch. Richard se declaró en bancarrota personal para defenderse de la ejecución de una hipoteca en dos casas, una de ellas de unos 2.000 m2con una cuota hipotecaria de 66.000 dólares al mes. Argumentó que la crisis financiera de 2008-2009 lo había arruinado. Richard tenía un perfil totalmente diferente al de Grace. Con una formación de élite, incluyendo un MBA en la Universidad de Chicago, era un experto internacional en finanzas e inversión y se retiró con 40 años para ‘perseguir intereses personales y caritativos’.
La intención de Morgan Housel al comparar estas dos historias no es decir que debemos ser como Grace y evitar ser como Richard. Intenta mostrarnos que no hay otro campo donde estas historias sean posibles. ¿En qué otro campo una persona sin educación financiera, sin experiencia relevante, sin grandes recursos y sin conexiones personales puede superar ampliamente a alguien con la mejor educación, con las experiencias más relevantes, los mejores recursos y las mejores conexiones?
Nunca habrá una historia, dice Housel, de una Grace Groner que realice una cirugía cardíaca mejor que un experto cirujano cardiólogo experto. Pero estas historias suceden en la inversión. Eso es porque la clave para invertir no es saber de finanzas. Lo que es crucial para gestionar bien el dinero es dominar tu comportamiento. Depende de cómo modelas tu carácter.
Y lo que yo añado a Housel es que sí que existe otro campo similar a la inversión. Se trata del desarrollo del liderazgo. En el liderazgo tampoco se trata de tener la mejor educación ni el mejor MBA al que puedas acceder. Ni años de experiencia como responsable de personas o disponer de contactos. El desarrollo del liderazgo es esencialmente el desarrollo de tu carácter, de tu habilidad para comportarte de un modo diferente al que tus patrones automáticos te llevan y condicionan. Todo empieza por creer que es posible, por el autoconocimiento y por tener la determinación para querer mejorar.
Cualquier persona puede desarrollar sus cualidades como líder independientemente de su formación y condición. Este es el motivo por el que escribí mi libro Coaching para líderes cotidianos. Y es la base de todo el trabajo que hacemos desde AddVenture con equipos de alta dirección.
La industria financiera, así como la de la formación en liderazgo, nos habla demasiado de lo que hay que hacer para ser un buen inversor o un líder excelente. Pero son pocos los que se enfocan en la dimensión psicológica del ser humano, en lo que sucede en la cabeza cuando queremos cambiar patrones de comportamiento y desarrollar nuevos hábitos.
¿Quieres recomendaciones concretas? Empieza con estos tres hábitos. ¿Quieres más? Ve por estas seis prácticas. ¿Más aún? Chequea esta lista de señales de progreso. ¿Un poco más? Revisa estas cinco transiciones personales.
Cuídate, P.
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