Existe un tema musical del mexicano Alex Lora cuya versión que canta a dúo con el argentino Andrés Calamaro siempre me ha llamado la atención. Se titula “cásate o muérete”, y el estribillo dice así: “si quieres conocer tus defectos, ¡cásate! Y si quieres conocer tus cualidades, ¡muérete!”
Estoy impresionado por las muchas muestras de afecto, odas y elegías que se están vertiendo ante el repentino, aunque no inesperado, fallecimiento de Néstor Kirchner; elogios que le llegan incluso desde posiciones ideológicas distintas a la suya y hasta por sus “enemigos” (sí, lo sé, en política no debería haber enemigos, sino adversarios, pero este hombre, en sus propias palabras, tenía enemigos… y muchos…). Pero me impresiona mucho más aún cómo en Argentina se construyen mitos de personas con una categoría personal más que cuestionable.
Kirchner tiene el mérito de haber recuperado la credibilidad en un puesto, el de Presidente de la Nación, que la perdió desde que a Fernando de la Rúa se le vio huyendo de la Casa de Gobierno en el trágico diciembre de 2001. Tras él, cuatro presidentes pasaron por el cargo, algunos durante horas, y no es hasta 2003 que Kirchner consigue en plebiscito el Sillón de Rivadavia, por sus propios méritos. También supo, con esa autoridad obtenida entonces, sacar a Argentina de una de las peores situaciones de su historia, tras la crisis de 2002. Y, en mi opinión, ahí acaban sus méritos.
En el “debe” de este hombre se haya el haber dirigido en primera persona y a través de su esposa, uno de los gobiernos más sectarios, prepotentes y manipuladores de la historia de ese país. Kirchner, durante más de 20 años, ha propugnado un ejercicio de la política basado en un poder absolutista, en el miedo, el odio, la venganza y el rencor. Ha utilizado sus cargos públicos, desde que en 1987 fuera nombrado Intendente (Alcalde) de Río Gallegos para acumular poder, rodearse de secuaces (Moreno, Moyano, Scioli, Fernández, D’Elia, De Vido, Jaime…), aplastar adversarios y disidentes, destrozar las instituciones, agrandar las desigualdades del país y enriquecerse personalmente. Ahora, ya fallecido, parece que la sociedad argentina es capaz de convertir en mito a este hombre.
Por otro lado, aunque en la misma línea, la semana pasada el Senado argentino distinguió a Maradona como deportista ejemplar. Es decir, alguien que se ha caracterizado durante toda su vida por sus graves errores tanto en su vida privada como pública, es elegido por el cuerpo legislativo más alto de Argentina como “ejemplar”. ¿Quiere eso decir que debe servir de ejemplo o modelo para la juventud o la sociedad argentina? Maradona ha sido un grandísimo y excepcional futbolista, alguien habilísimo con el balón, quizá el mejor que ha existido, pero nada más. No quiero ni imaginar lo que se va a decir de él cuando, eventualmente, le llegue como a todos la desgraciada hora.
Si la sociedad argentina sigue aceptando que personajes como Kirchner, Maradona, Menen e incluso Perón, sigan formando parte de sus mitos, de sus referencias ejemplares, entonces creo que se encuentra gravemente enferma, en una situación de degradación severa.
Y no será porque a Argentina le falten referencias modélicas. Dónde están hoy, en la vida pública, en la sociedad argentina actual, personajes como Belgrano, San Martín, Alberdi, Sarmiento, Borges, Ocampo… O referencias contemporáneas como Las Leonas o la Generación Dorada del baloncesto argentino. Esos sí que hicieron y hacen grande a Argentina y fueron y son ejemplo para que otros modelen sus principios y valores. Solo así Argentina podrá salir del pozo en el que lleva cerca ya de 100 años.
Como dice el tema de Lora, “si quieres que todo el mundo te quiera de verdad, eso solo va a ser posible cuando estés en la eternidad”. Estimado Sr. Kirchner, ya en vida estaba rodeado de aduladores, pero nunca va a tener tantos amigos como a partir de este momento. Le deseo que descanse en paz y toda mi compasión para su familia.
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