La ciencia vuelve a confirmar lo que los que practican el estoicismo ya saben desde hace más de 2.000 años. Un reciente estudio dirigido por investigadores de Harvard confirma que no es la situación la que nos perturba y causa emociones negativas, sino que lo hace la manera en la que pensamos sobre esa situación.
El estudio se ha publicado recientemente en Nature Human Behaviour, en su número de agosto de 2021, y se titula ‘A multi-country test of brief reappraisal interventions on emotions during the COVID-19 pandemic’.
El modo en que pensamos mejora nuestra calidad de vida y la manera en la que afrontamos situaciones difíciles. En el estudio analizaron cómo las personas responden emocionalmente a la pandemia actual, que ha desatado también un problema generalizado de salud mental, con olas de ansiedad y depresión que sacuden el planeta (el estudio se ha realizado en 87 países con 21.644 personas).
Los investigadores dividieron a los participantes en cuatro grupos. A todos se les enseñaban fotos con el impacto dramático de la pandemia y a continuación se evaluaba sus emociones. En dos de los grupos, situaciones experimentales, se utilizaron dos enfoques de resignificación antes de mostrarles las fotos. Se les entrenó para poder tener una perspectiva más amplia de la situación. A los participantes de un tercer grupo, llamado grupo control activo, se les pidió que reflexionaran sobre sus emociones una vez estas se manifestaban. Con el cuarto, grupo control pasivo, simplemente se recogió la vivencia de sus emociones sin darles instrucciones.
El resultado más relevante fue que en los dos grupos experimentales, donde hubo una estrategia de resignificación de la situación, los participantes pudieron gestionar mucho mejor su respuesta emocional a las imágenes. Ambos grupos mostraron tanto menos emociones negativas como también más emociones positivas.
Los autores utilizaron dos enfoques diferentes para ayudar a las personas a reestructurar sus pensamientos. Uno lo llamaron ‘reconstrual’, donde se les ayudaba a construir o conceptualizar una situación de un modo más rico. Por ejemplo, en vez de centrarse solo en lo peligroso del virus, con su impacto en contagios, hospitalizaciones y muertes, se animaba a los participantes a pensar también en cómo pueden ejercer más control sobre su situación de riesgo tomando medidas como la higiene, el uso de mascarilla o la distancia social. En el fondo, con esta estrategia se entrena o sugiere a las personas cómo aumentar su poder de agencia o la sensación de control sobre la situación. El problema existe y es grave, pero yo tengo herramientas para poder gestionarlo adecuadamente.
Al otro enfoque lo llamaron ‘repurposing’, donde se les ayudaba a darle un potencial sentido o significado positivo a la situación. Por ejemplo, tomaban conciencia sobre cómo esta situación nos ayuda a darnos cuenta de la importancia de la conexión humana, o sobre quiénes son realmente las personas más importantes en nuestra vida, o sobre cómo los sistemas de salud están desarrollando la capacidad para responder a desafíos de este tipo y eso nos prepara mejor para futuros retos similares.
Obviamente, ambas estrategias no son excluyentes y en la vida real las podemos combinar para mejorar cómo construir una mejor actitud frente a posibles desafíos, así como promover en otras personas, miembros de nuestros equipos o de nuestras familias, actitudes más idóneas y positivas frente a diversos desafíos.
Esta estrategia de resignificar situaciones desafiantes para poder desarrollar perspectivas diferentes donde nos sintamos más serenos, confiados y positivos es un eficaz modo de desarrollar un mejor carácter. Nos da más sensación de control sobre la situación, reduce la percepción de impotencia, así como la sensación de frustración o desesperación.
No se trata de negar las consecuencias indeseadas de la situación traumática, que son reales y están ahí, sino de ser capaces de tener una visión más amplia, ponderada y posibilitadora que nos permita mejorar nuestra actitud y pasar de percibirnos como víctimas a percibirnos como protagonistas de las circunstancias.
El estoicismo en general, y en particular esta estrategia de regulación emocional que es la resignificación, es más que una herramienta para sentirse mejor. Esta filosofía de vida crea personas con más fortaleza de carácter, con una gestión más saludable de sus emociones, pero sin caer en un optimismo simplista o ingenuo donde se niega o soslaya el dolor y el sufrimiento de las situaciones traumáticas.
La práctica del estoicismo nos conecta también con la racionalidad, con la realidad de la adversidad, con la realidad de la mortalidad, con la aceptación de nuestras limitaciones y con el reconocimiento de la importancia de nuestras decisiones y acciones. La esperanza que comienza con una mejor regulación emocional trae el fruto de poder vivir de un modo más valiente, sabio, justo y sereno en este mundo cada vez más impredecible, cambiante y desafiante.
Cuídate, P.
Si quieres saber más de este tema o de cualquier otro sobre desarrollo del liderazgo y transformación empresarial, déjame aquí tus datos y hablemos sobre ello.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR
2 Comments
Muy buenas Pablo. Gracias por este artículo. Me ha gustado especialmente el último párrafo. En estos tiempos tan virtuales que vivimos lo estético y «la fachada feliz» es lo que se suele mostrar en las redes sociales. Me ha gustado por eso leer tu reflexión sobre la realidad de la adversidad, la realidad de la mortalidad, y la aceptación de nuestras limitaciones. ¡Cuánto ganarían las RRSS si se mostrara también todo esto! ¡Momentos felices y momentos adversos! ¡De eso va el vivir! ¡Un abrazo grande!
Así es. María. Gracia a ti por pasarte por aquí 😉