Condición indispensable del proceso de coaching ejecutivo es la confidencialidad. Para que una persona pueda abrirse, ponerse en juego, mostrar su vulnerabilidad, temores profundos y trabajarse a fondo, no solo debe estar muy motivada sino que debe tener la seguridad de que ello no será conocido por nadie más que por su coach. Debe estar segura de que esa información no será compartida y, mucho menos, utilizada por nadie.
Y este es una de las tensiones más habituales y relevantes que se da en el coaching ejecutivo. Este tipo de coaching es una relación a tres bandas, que se da entre el coach, el cliente y el patrocinador. Este último suele ser la empresa u organización para la que trabaja el cliente y suele estar representada por el jefe del cliente, por recurso humanos o por ambos. Y estos representantes del patrocinador se sienten con el lógico derecho y deber de velar por la utilidad del proceso, por el retorno de cualquier inversión que realiza la empresa u organización. Y el coaching, sin duda, es una inversión relevante.
Son numerosos los patrocinadores que con la mejor intención quieren estar al tanto de lo que ocurre en el proceso de coaching. Y con ese querer estar al tanto pueden poner en riesgo la eficacia del propio proceso. El coaching no es como un curso de inglés. Si una empresa ofrece inglés a sus empleados es normal y hasta recomendable que tenga todo tipo de información sobre cómo se aprovecha y cómo evolucionan sus empleados. Así pueden medir el nivel inicial del empleado, el número de clases a las que asiste, información sobre su progreso en pruebas periódicas, el nivel adquirido al finalizar la formación…
Esto no es posible con el coaching. Una empresa sí puede y debe tener información sobre el nivel inicial del empleado en cuanto a su calidad como líder. Esta información puede venir de la evaluación del desempeño, de alguna evaluación específica que se haya realizado tipo 360º o development center, de su jefe, del mismo directivo o de cualquier otra fuente.
Sin embargo, una vez que se contrata un proceso de coaching ejecutivo, la información que se obtiene del diagnóstico realizado por el coach ya forma parte de ese proceso y está sujeta a la más estricta confidencialidad, que solo el cliente de modo totalmente voluntario puede llegar a desvelar o compartir con quien estime oportuno. Si esto no puede ser así es mejor no invertir en coaching.
¿Cuál debe ser la participación más adecuada de la empresa o patrocinador en el proceso de coaching para que este sea lo más eficaz posible? Sobre esto escribiré la semana que viene.
Sé feliz, P.
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3 Comments
Muy interesantes tus comentarios. Estas reglas de juego, que deben ser claramente transmitidas antes de empezar el proceso, son fundamentales para que el profesional pueda sentirse comodo y hablar con toda la claridad y transparencia, sabiendo que sus palabras se quedan en «secreto de confesionario».
Una abrazo
Así es, Rafa. Muchas gracias y saludos, P.
Hola Pablo,
Gracias por compartir tu punto de vista mediante tus artículos.
A continuación escojo la siguiente frase tuya para compartir mi punto de vista: «la información que se obtiene del diagnóstico realizado por el coach ya forma parte de ese proceso y está sujeta a la más estricta confidencialidad».
Como bien sabes, es muy habitual que la mayoría de los coaches definamos el Coaching alejándolo totalmente de cualquier tipo de juicio o «etiqueta» que podamos tener del coachee, pues ello nos influiría en lo tendenciosa que sería la pregunta que le formularíamos. Por ejemplo: disponer de un DISC, MBTI, eneatipo o signo del zodíaco (entre otros) puede direccionar (inconscientemente) mi pregunta hacia donde yo crea que le es más favorable ir al coachee. Precisamente para evitar que un coach acabe siendo el prescriptor, solucionador, consultor, terapeuta o «experto en el otro», y pueda dedicarse a hacer sólo Coaching, no entiendo que cualquier tipo de diagnóstico sea una tarea propia de ningún coach profesional. De hecho, existen analistas certificados en diferentes herramientas de diagnóstico que son muy válidos, e igual que no entiendo que la tarea de un coach sea diagnosticar, tampoco entiendo que la tarea de los analistas sea Coaching.
Por lo tanto, partiendo de que el diagnóstico lo realiza otro profesional, considero incluso recomendable que éste diagnostico sea compartido con el coachee antes de iniciar el proceso, para precisamente consensuar con él y con el cliente (quien paga la factura del proceso) y de este modo que todos los implicados sepamos y estemos de acuerdo en hacia dónde vamos y cuando habremos llegado.
Luego, obviamente, todo lo que acontezca durante el proceso de Coaching sobre cómo logra el coachee ese objetivo, ahí sí que será imprescindible que se mantenga la más absoluta confidencialidad.
Nuevamente, gracias Pablo.
Con Amor,
Miguel