Decido emprender una serie de cuentos, parábolas o escritos que utilizo tanto con mis hijos como con mis clientes (los cuales, a su vez, me consta que los utilizan con sus propios hijos). Todos ellos llevan una enseñanza sobre cómo aprender a vivir mejor, más felizmente, estimulándonos en ocasiones a cambiar algunas de nuestras creencias limitadoras. Vamos con uno de los favoritos de mis hijos, Lucía y Matías: «La mariposa que no pudo ser».
Se encontró un niño en el campo un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo. Lo puso dentro de una caja de zapatos de cartón, debajo de su cama, y cada día la abría varias veces para ver si la mariposa salía ya.
Un día, al despertarse, abrió la caja y vio con entusiasmo que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar durante varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo más grande y poder salir.
El niño veía cómo la pequeña mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento.
Parecía que se había atascado. Entonces el niño, en su bondad y entusiasmo, decidió ayudar a la mariposa y con la pequeña tijera con la que su papá le cortaba las uñas cortó al lado del agujero para hacerlo más grande y ahí fue que por fin la mariposa pudo salir del capullo. Sin embargo, al salir la mariposa tenía un cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.
El niño continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba.
Ninguna de las dos cosas sucedió y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas. Nunca pudo llegar a volar. Es más, al no poder volar, tras unas horas de arrastrarse en círculos la mariposa murió, ante la tristeza y desdicha del niño.
Lo que el niño en su bondad y entusiasmo no entendió fue que el esfuerzo por salir del capullo, la lucha de la mariposa para hacer más grande el pequeño orificio original forma parte del proceso necesario para que la mariposa madure. Esa lucha era la forma en que la naturaleza forzaba el flujo de fluidos del cuerpo de la mariposa, antes gusano, hacia las alas para que pudieran hacerse grandes y fuertes y le permitieran volar.
La libertad, la independencia y el volar solamente podían llegar luego de la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su madurez y hasta su posibilidad de vivir.
Cuando un padre o una madre se lo ponen todo fácil a sus hijos, les evita todo esfuerzo o les ayudan en exceso con las tareas del colegio o incluso se las hacen, está actuando como el niño al ayudar a salir anticipadamente a la mariposa: con cariño posiblemente, pero también de modo irresponsable y con escasa conciencia de las leyes de la naturaleza.
Sé feliz, P.
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