Decía en esta entrada, donde presenté el modelo servicio al desnudo (naked service), que de los tres miedos propuestos por el autor, este, el temor a hacer el ridículo, es mi principal debilidad. Es el temor que más me frena a dar mi máxima contribución y, a pesar de los progresos realizados y de esforzarme por trabajar la compasión por mí mismo, sigue conectándome con la frustración, la rabia, el enfado y la impotencia.
A nadie le gusta hacer el ridículo en público, sentirse avergonzado o abochornado. Y ni te cuento si es frente a aquellos que nos pagan por nuestros servicios o recomendaciones. Este miedo consiste en evitar a toda costa parecer ignorante y en querer mostrar lo válido que es uno y está estrechamente conectado al hábito 6 de mi conocido Los 10 hábitos que bloquean tu éxito como líder.
Este temor lleva 3 prácticas asociadas para poder combatirlo:
Se trata de entrar en la vulnerabilidad, en la zona de peligro, haciendo preguntas tontas. Un consultor al desnudo hace las preguntas obvias en situaciones y momentos donde se siente inseguro, incluso asumiendo el coste de parecer ignorante o inadecuado frente a otros.
En ocasiones, de modo curioso, habrá algunos otros que íntimamente se hagan las mismas preguntas, pero que no se atrevan a ponerlas sobre la mesa precisamente por temor a sentirse avergonzados. Como ejemplo se me ocurre cuando no nos atrevemos a preguntar por lo que significan determinada terminología o acrónimos que se utilizan (cada empresa tiene los suyos específicos) durante las conversaciones.
Hacer preguntas estúpidas o absurdas no solo nos llevará a aprender más de nuestro cliente y sus desafíos, a encuadrar mejor el reto que tenemos en frente; también ejercerá un efecto balsámico sobre nuestra propia rigidez cuando se trata de interpretar el mundo a nuestro alrededor. Esta práctica está estrechamente conectada a la de ‘haz preguntas diferentes’ necesaria para prosperar en el entorno VUCA.
Si hacer preguntas tontas ya es un paso, uno mayor es hacer recomendaciones que también lo sean, de esas absurdas. Los clientes esperan que demos sugerencias y recomendaciones, a veces hasta consejos nos piden. Y todo sabemos que es imposible dar siempre buenas recomendaciones.
Así que no hay que tener pudor en dar todas las recomendaciones que se nos ocurran, incluso aquellas que no nos atrevemos a dar. Hay que darlas porque nunca sabes dónde puede estar el valor añadido para el cliente. Primero porque los clientes habitualmente están dispuestos a escuchar sugerencias menos buenas y lo que más valoran es tu honestidad y voluntad de ayudar.
Pero además es que incluso a veces, a partir de ideas a priori descabelladas o fuera de lugar, luego más tarde pueden venir buenas soluciones, o procesos de reflexión que nos lleven a buenas alternativas.
Los consultores al desnudo saben que cometer errores, equivocarse, es inevitable. Así que aceptan sus errores y asumen la plena responsabilidad sobre estos. Esto suele aumentar la confianza y lealtad de los clientes.
Los clientes saben que no pueden esperar la perfección por nuestra parte, pero sí necesitan transparencia y honestidad al cien por cien.
Estas son las tres prácticas que da Lencioni en su libro libro Getting Naked para combatir el temor a hacer el ridículo. En una entrada próxima compartiré las prácticas propuestas por el autor para combatir el temor a sentirse inferior.
Combate el temor a perder el negocio
Combate el temor a sentirte inferior
Nuestros 3 miedos
Cuídate, P.
Imagen: jessmine / 123RF Foto de archivo
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR
2 Comments
Gracias como siempre por tu entrada Pablo. El temor al ridículo conecta conmigo al menos de manera tan potente como tú lo describes para ti. Te confieso que justo esta mañana despertaba temprano precisamente con un sentimiento de años atrás en el que me sentía ridículo al haber hecho una intervención pública. De vez en cuando vuelve a mí.
Lo curioso que descubro en mí es que, a pesar incluso de tener algunas evidencias de que mis comentarios, que a priori creía ingenuos, han ayudado más de una vez, sigo resistiéndome a aceptar el vértigo de aparecer como poco competente o ignorante frente a los otros.
Un abrazo,
José Alberto de la Torre
[…] – Go to Original Source – (link) […]