Por segundo año consecutivo estoy disfrutando de una apasionante semana en Bernried, Alemania, en el congreso de ISCA (International Systemic Constelation Association). Y como el año pasado, lo mejor de la semana son las inspiradoras lecciones matinales de Hunter Beaumont, con las que empezamos cada día. Nos ha estado hablando estos días de la memoria, la neuroplasticidad, la epigenética… y su relación con nuestra identidad, con nuestra capacidad para cambiar, para recuperarnos de traumas y, en definitiva, para llevar una vida más plena y satisfactoria. Me enfoco hoy en la neuroplasticidad y su relación con el coaching. Dejo los demás temas, también apasionantes, para futuras entradas.
El cerebro es probablemente la estructura más compleja que existe en el mundo y sigue siendo uno de los mayores misterios que la ciencia moderna se esfuerza por revelar. A pesar de que se han hecho y se hacen infinidad de investigaciones sobre él, estamos todavía muy lejos de conocer sus secretos.
No obstante, en los últimos tiempos se ha dado un paso de gigante. Un paso que supone un avance de más de 400 años. Se trata del descubrimiento de la neuroplasticidad que está revolucionando, y solo es el principio, áreas como la medicina, la psicología, el arte, la política… y por supuesto el coaching y el desarrollo del liderazgo.
Desde hace 400 años se ha venido pensado que el cerebro es como una maquina compleja, similar a un ordenador, con estructuras fijas, donde cada elemento se encarga de una función. Y donde cada función tiene un rango de posibilidad que viene determinado por su estructura. Esto ha condicionado y condiciona aun hoy en día de modo insospechado nuestra existencia, llevándonos a una suerte de nihilismo neurológico: Aquel que nace con un déficit neurológico, con limitaciones cerebrales, o aquel que ha sufrido un trauma cerebral, debe conformarse necesariamente con su situación porque el cerebro, como máquina muy avanzada, puede realizar funciones muy complejas pero no puede regenerarse a sí mismo o re-crearse a sí mismo.
Y esto que ha sido una verdad inmutable durante cuatro siglos se ha mostrado recientemente falso. Absolutamente falso con el descubrimiento de la neuroplasticidad, que se refiere a la capacidad del cerebro para alterar su propia estructura como consecuencia de la experiencia y del pensamiento. La neurociencia demuestra que el cerebro puede desarrollar durante toda nuestra vida nuevas conexiones neuronales, eliminar otras y cambiar o modular la fortaleza de la existentes. En otras palabras, el cerebro tiene la capacidad de cambiarse a sí mismo a cualquier edad, llegando incluso a adaptarse a una situación determinada compensando el daño producido en una zona y recuperando su función gracias a un cambio en otra zona diferente. El cerebro no es por tanto una estructura fija sino que, por el contrario, es maleable, plástico, y se modela a sí mismo en respuesta a unas condiciones determinadas o a la experiencia.
Así se explica, por ejemplo, como Rafael Nadal juega al tenis con su mano izquierda cuando él de hecho es diestro de nacimiento. La práctica continua e intensiva en la que le inició su tío y entrenador desde que era niño ha posibilitado no solo que aprenda a jugar al tenis con su mano “no dominante”, sino que haya llegado a ser número 1 del mundo y, aunque la historia está aun a medio escribir, sea ya uno de los mejores tenistas de todos los tiempos.
Así que ya tenemos prueba científica de que a través de la repetición y la práctica de determinados comportamientos el cerebro cambia. Si practicamos una nueva habilidad, el área del cerebro responsable de esa habilidad cambia, alterando su estructura física. Incluso en edades avanzadas el aprendizaje de una nueva habilidad modifica la estructura y función de cerebro.
Pero aun hay más. La neuroplasticidad sostiene que el cerebro puede modificar sus conexiones neuronales y cambiarse a sí mismo tanto por la influencia de estímulos externos como internos. La práctica, el aprendizaje y los nuevos hábitos causan un efecto en el cerebro, pero también lo causan el pensamiento y la imaginación. Y ello también valida científicamente el poder del pensamiento positivo, de la meditación y de la visualización como métodos para conseguir un desempeño extraordinario, ya utilizado desde hace décadas en el deporte profesional.
Como resultado de la neuroplasticidad, las personas pueden recuperarse de accidentes cerebrales y también entrenarse para tener más éxito. Pueden, ¡podemos!, cambiar la mente reconectando neuronas, fortaleciendo y debilitando conexiones existentes o desactivando otras conexiones. Y todo ello se consigue facilitándole a la mente los pensamientos e información adecuados y exponiéndola a la experiencia o practica precisas.
Por eso es tan poderoso el coaching como herramienta de cambio. En el coaching podemos ayudar a nuestros clientes a entrenar su mente, a cambiar literalmente su cerebro, reforzando nuevos modos de pensar, nuevas creencias, desafiando y cuestionando aquellas limitadoras que les han atenazado durante años y animándoles y estimulándoles a suprimir viejos y disfuncionales patrones y hábitos sustituyéndolos por otros nuevos que les aportan mayor plenitud, satisfacción y posibilidades.
¡Y esto no ha hecho nada más que empezar! ¿Hay aun personas que piensen que estamos en una época de cambios y no en un cambio de época? Bien, para todos aunque para estos últimos en particular, escribiré en breve sobre la epigenética.
Gracias a Hunter, Lutz, Marianne y a todo el equipo de reputados y excelentes facilitadores que tanto nos están enseñando en estos días y a todos los clientes que luego me dejan practicar con ellos, algunos incluso con ilusión, todo lo aprendido.
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