Acaba de salir a la venta la segunda edición de Coaching para líderes cotidianos. Y para la ocasión, Carlos Herreros de las Cuevas, me ha honrado con un brillante prólogo que comparto en esta entrada. De la mano de Carlos me inicié en el coaching ejecutivo.
Carlos es maestro de maestros y pionero en España en nuestra profesión. Cuando yo empezaba en 2004 cayeron en mis manos un par de libros suyos, El coaching cura, libera y subvierte. Tres casos de coaching ejecutivo, y La sucesión del líder. Un ejemplo de coaching ejecutivo. Ambos los leí con deleite y fruición, abriéndome un campo de posibilidades enorme dentro del coaching ejecutivo para la alta dirección.
Más tarde conocí a Carlos personalmente y vi que son muchas cosas más las que nos unen, además de nuestra profesión. Admiro de él su valentía y pasión por el conocimiento y el ser humano, que le hizo dar un cambio radical a su carrera profesional y dedicarse al coaching ejecutivo allá por la década de los 90, cuando ya era un profesional maduro y cuando eran cuatro gatos los que sabían algo de coaching.
Carlos también me inspira por su rigor, seriedad, sensibilidad, avidez por saber, honestidad y solidez intelectual. A continuación comparto el prólogo con el que ha hecho que Coaching para líderes cotidianos sea un mejor libro, por lo que le estoy muy agradecido.
Aunque seguramente es más conocido por su El dilema del innovador, Clay Christensen es el autor de How will you measure your life? Éste (¿Cómo valoraremos nuestras vidas?) es uno de los asuntos más relevantes que Pablo Tovar aborda en este libro. Hay otros también muy importantes a los que me referiré más adelante.
Dice Christensen que los retos de la vida no tienen respuestas fáciles.
No es nueva la búsqueda de felicidad y de sentido en nuestras vidas; lo que sí es nuevo es la forma en que algunos pensadores abordan el problema. Una manada de auto-denominados expertos, sencillamente ofrecen respuestas simplonas. No sorprenden que sean atractivas para algunos. Se abordan problemas difíciles –los que muchas personas experimentan a lo largo de todas sus vidas sin ser capaces de resolverlos– y ofrecen soluciones rápidas y simples. Es casi el legendario aceite de serpiente. Los problemas fundamentales de la vida –dice Christensen– no tienen soluciones fáciles, pero –añade el autor– puedo ofreceros herramientas que en este libro llamaré teorías y que pueden ayudarles a elegir bien según las circunstancias de su vida.
Pablo Tovar no es un vendedor de aceite de serpiente que todo lo cura. Al contrario, su libro tiene un fondo moral que nos hace más preguntas que las respuestas que ofrece porque somos nosotros, sus lectores, quienes tenemos que encontrarlas.
Cito a Christensen:
“Descubrí el poder de este enfoque en 1997 antes de publicar mi primer libro The Innovator´s Dilemma. Me llamó Andy Grove, en ese momento presidente de Intel. Tenía noticia de uno de mis primeros escritos académicos sobre la innovación disruptiva y me pidió que viajara a Santa Clara para hablarle de mis investigaciones y para que le explicara a él y a su equipo directivo las implicaciones para Intel. Siendo yo entonces un joven profesor volé encantado a Silicon Valley, llegué a la hora prevista para que Andy me dijera: “mira, son cosas que pasan, sólo tenemos 10 minutos para ti”. Dinos lo que tus investigaciones significan para Intel para luego seguir con nuestro trabajo.
Le respondí: Andy, no puedo porque sé muy poco de Intel; lo único que puedo hacer es explicar primero la teoría y luego contemplar la compañía con la lente que ofrece la teoría.
La reunión con Andy cambió mi forma de responder las preguntas. Ahora, cuando se me pregunta algo, raramente doy una respuesta; la someto mentalmente a mi teoría de forma que sé que lo que la teoría dice es probable que sea el resultado de un rumbo, de una acción, comparado con otro.”
Me ha parecido relevante empezar este modesto prólogo porque Pablo Tovar presenta en su libro teorías (en el sentido que Christensen da al término) que los lectores, directivos, ejecutivos, empresarios, etc., deberíamos tener en cuenta después de reflexionar sobre ellas.
Voy a seguir, y pido perdón por ello, citando a Christensen porque Pablo Tovar en todo su libro, y especialmente cuando se refiere al propósito, tema sobre el que volveré más adelante, podría perfectamente parafrasear lo siguiente: “Para encontrar la felicidad verdadera, necesitamos seguir buscando oportunidades que tengan sentido para usted, en las que usted podrá aprender cosas nuevas, tener éxito y asumir más responsabilidades. Hay un viejo dicho: “Encuentre un puesto de trabajo que le apasione y nunca más en su vida volverá a trabajar”. Pablo Tovar lo desarrolla muy bien cuando escribe sobre la asunción de la responsabilidad de nuestras vidas.
Uno de los asuntos del libro que más me ha atraído –quizá porque también yo le he prestado mucha atención– es el del propósito. “Quizá la causa más importante de las frustraciones y fracasos empresariales es que no se presta atención al propósito y a la misión de la empresa” (Peter Drucker).
De nuevo tengo que traer a Christensen y no es por contumacia; se debe a que veo en este libro, en sus planteamientos, y en los originales ejercicios prácticos del autor, una aplicación práctica –a ras de suelo, sin por ello rebajar la calidad intelectual y moral– de muchas de las reflexiones de este profesor de Harvard.
“El propósito de la compañía es servir de faro focalizando la atención de los empleados en lo que realmente importa. Y ese propósito le permitirá sobrevivir a todos sus directivos (que, por cierto, en la actualidad tienen fechas de caducidad muy limitadas) y empleados”.
Pero también las personas debemos tener un propósito en nuestra vida. Christensen dice que el propósito tiene tres partes: una preferencia, un compromiso y una métrica. La preferencia, la persona que quiero llegar a ser, es la más sencilla de los tres componentes y está muy influida cuando no condicionada por todas nuestras experiencias vitales. En este libro Pablo Tovar las va sondeando y explorando en muchos de los ejercicios que propone. Luego viene el compromiso. Para Christensen, con profundas creencias religiosas, la epifanía fue su estancia en Oxford donde comprobó que la vida le sería muy incómoda con sus creencias, y dedicó tiempo a meditar sobre ellas. Cada uno de nosotros puede tener diferentes formas, religiosas o no, de abordar la pregunta que siempre es la misma: “¿qué quiero llegar a ser de verdad?”. En este libro Pablo Tovar propone ejercicios para descubrirlo. Christensen dice que sus verdaderas métricas no son el poder ni el saldo de sus cuentas bancarias, ni los reconocimientos o premios obtenidos. Su métrica, la única que le importa, es el número de personas a las que ha podido ayudar. Ésta es seguramente la tarea más importante de los líderes cotidianos no la de quienes una gran parte de la sociedad reconoce como tales, sencillamente porque presiden grandes corporaciones (por cierto, durante períodos cada vez más cortos; por algo será).
Después de haber superado un cáncer y una lesión cerebral que le obligó a volver a aprender a hablar, dice Christensen que progresaba tan lentamente que el esfuerzo absorbía casi todo su tiempo y energía. “Por primera vez en mi vida me focalicé en mí mismo y en mis problemas” y cuanto más lo intentaba menor era la energía que necesitaba para mejorar. “Reconocí que había llegado en mi vida a una bifurcación. Podía intentar ocultar mis problemas, retirarme del mundo y focalizarme en mi mismo. O podría cambiar de ruta. Decidí que necesitaba re-focalizarme, dedicar toda mi capacidad física y cognitiva de que fuera capaz en lo que yo sabía que era mi propósito. Y cuando lo hice, centrándome en resolver los retos que afrontaban otros, en lugar de los míos, la desesperanza desapareció y de nuevo me sentí feliz. Prometo a mis alumnos que, si dedican tiempo a pensar en el propósito de sus vidas, más adelante lo verán como la cosa más importante que nunca habrán descubierto. En el largo plazo, la claridad del propósito prevalecerá sobre el conocimiento de la contabilidad de costes, del cuadro de mandos integral, de las competencias esenciales, de las cuatro Ps, las cinco fuerzas y cualquier otra teoría empresarial que enseñamos en Harvard”.
Pablo Tovar en este importante libro nos dice lo mismo y nos propone ideas y ejercicios para iniciarnos en esta disciplina de auto-conocimiento.
Dice Warren Bennis (fallecido en julio de 2014) que, habiendo dedicado toda su vida al estudio del liderazgo, le fascina la noción de cómo se hace un líder. ¿Cuál es el motivo por el que ciertas personas parecen inspirar naturalmente confianza, lealtad y trabajo duro mientras que otras (que pueden tener la misma visión y habilidades) tropiezan una y otra vez? Es una pregunta intemporal y no existe una respuesta sencilla. Pero hemos llegado a la conclusión de que está relacionado con las diferentes formas con que las personas afrontan la adversidad.
“De hecho, nuestras investigaciones más recientes nos llevan a la conclusión de que uno de los indicadores más fiables y predictores del liderazgo auténtico es la capacidad de la persona para encontrar significado en acontecimientos negativos y de aprender de ellos incluso en las circunstancias más adversas. Dicho de otra forma, las habilidades necesarias para conquistar la adversidad y emerger con más fortaleza y más compromiso que nunca son las mismas que configuran los líderes extraordinarios”.
Habiendo entrevistado a más de 40 líderes de primer nivel en el mundo empresarial y en el sector público durante los últimos tres años, les sorprendió descubrir que todos –jóvenes y mayores– citaban experiencias intensas, con frecuencia traumáticas y siempre no planificadas, que les habían transformado y se habían convertido en el origen de sus capacidades de liderazgo distintivas.
Decidió llamar “crisoles” (crucible en inglés) a las experiencias que conforman los líderes porque así se llamaban los recipientes que los alquimistas medievales utilizaban en sus intentos de convertir en oro metales ordinarios. Para los líderes que entrevistó Bennis, la experiencia crisol fue un test y una prueba, un punto de auto-reflexión profunda que les llevó a cuestionarse lo que eran y lo que les importaba; les exigía examinar sus valores, cuestionar sus supuestos y lo que era importante para ellos. Todos sin excepción pasaron el crisol siendo más fuertes, estando más seguros de sí mismos y su propósito cambió de alguna manera fundamental.
Los crisoles del liderazgo pueden revestir muchas formas. Algunos son acontecimientos violentos que amenazan la propia vida; otros, episodios más prosaicos de auto-dudas. Cualquiera que fuera la naturaleza del crisol, las personas con las que Bennis habló eran capaces de crear una narración, un relato de cuál era el reto, cómo afrontaron el desafío y llegaron a ser mejores líderes.
Leyendo, y releyendo este libro, estoy convencido de que puede convertirse en una herramienta eficaz para ser el crisol que genera líderes diferentes, capaces de cambiarse a sí mismos y a las organizaciones que dirigen.
Es esta una, si no la preocupación más relevante de muchos expertos en management, como lo es Pablo Tovar, porque de este cambio de pasar por el crisol, depende la sostenibilidad de las empresas actuales, así como una parte importante de nuestra vida. Aunque el autor no lo cita expresamente, me consta que conoce bien el libro “Reinventar las Organizaciones” de Frédéric Laloux que, junto con éste, debería ser de obligada lectura y reflexión.
Por cierto, el coaching es una profesión de ayuda – “ayuda humilde” la llama el maestro Edgar Schein– siempre que los coaches no nos creamos los protagonistas, henchidos de hybris, e impartimos doctrina. La factura de este libro, tan práctico y directo, me plantea una pregunta que me gustaría que el lector elaborara y respondiera: ¿podemos ser nuestros propios coaches sin ninguna otra ayuda? Lo que en algunos círculos, y precisamente españoles, ha dado lugar a muchas controversias e incluso a algún incidente judicial sobre la propiedad intelectual del término “auto-coaching”. Es decir, ¿podemos o debemos desaparecer los coaches?
Desde mi enfoque que creo muy cercano al de Pablo Tovar, y según muestran los avances de la neurociencia, podríamos decir que el coaching es la neuroplasticidad auto-dirigida. Es decir, los cambios en los circuitos neuronales, en las conexiones sinápticas, sin olvidarnos de la neurogénesis y de la epigenesis. Auto-dirigida porque nadie ajeno al propio sujeto puede abordarla. Desde luego, el planteamiento de este libro nos invita a intentarlo.
Pero también la neurociencia nos pone en guardia sobre los sesgos y sobre el peligro de caer en ellos inconscientemente.
Los sesgos cognitivos, los factores inconscientes que influyen en nuestros juicios y en la toma de decisiones, están presentes en todas las organizaciones, en las personas. Nuestros cerebros difícilmente los reconocen y controlan porque están “cableados” para procesar información rápida y eficazmente, Esto puede ser muy adaptativo pero perjudicial en ciertas circunstancias, como por ejemplo para tomar decisiones no sesgadas sobre muchos asuntos y, sobre todo, para reflexionar sobre nosotros mismos.
Muchos sesgos pueden cegarnos a informaciones nuevas o inhibirnos para considerar un amplio abanico de opciones ante decisiones importantes; seguramente la más importante es la de decidir sobre nuestra vida, la de elegir el sendero que más nos conviene a largo plazo. Existen muchos sesgos y no es este prólogo el entorno más adecuado para describirlos. Pero sí que vale la pena resaltar uno: el conocido como “descuento temporal” por el que nos inclinamos por respuestas y soluciones a corto plazo, por las ganancias inmediatas a costa de las de largo plazo, siempre más deseables.
En definitiva, aunque este libro nos ofrece muchos casos y ejercicios para auto-analizarnos, la inevitable presencia de los sesgos en nuestra vida aconseja que lo hagamos con un coach experimentado, maduro y profundo. ¿Quién mejor que el autor Pablo Tovar quien me honra con su amistad y de quien aprendo continuamente?
Carlos Herreros de las Cuevas
Master of Science in Management, London Business School
Miembro de número de APECS
Presidente de Honor de AECOP
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