La semana pasada tuve la fortuna de hacer un fantástico programa de construcción de equipo con las 14 personas que forman la dirección global de ventas de una multinacional francesa. Fueron 3 días intensos para reforzar su alineamiento, compromiso y entusiasmo. 3 días inolvidables para todos. Y en el que fue momento culmen del programa pudimos todos emocionarnos con muestras de agradecimiento por doquier.
Estar agradecido y expresarlo es un de los más poderosos elementos constructores de equipos, y de relaciones en general, que he visto. Y reflexionando sobre el agradecimiento me viene a la cabeza la historia de un conocido piloto de aviones de guerra norteamericano y retirado.
El capitán Charlie Plump es un ejemplo vivo del llamado ‘sueño americano’. Hijo de unos granjeros de Kansas, desde niño soñaba con aviones aunque con la certeza de que nunca pilotaría uno. Y sin embargo su sueño se cumplió cuando ingreso en la Armada de los Estados Unidos. Ahí tuvo la oportunidad de convertirse en piloto de cazas siendo formado nada más y nada menos que en la academia en Miramar, en San Diego, que luego fue popularmente conocida como Top Gun. Esos pilotos eran la elite aérea del ejercito de los Estados Unidos.
A Charlie Plumb le tocó combatir en la guerra de Vietnam. Y lo hizo con éxito en 74 acciones de combate. Y en su misión 75, justo pocos días antes de acabarla, Plumb fue derribado sobre Hanoi. Salvó la vida porque pudo saltar con el paracaídas antes de estrellarse, pero fue tomado prisionero durante casi 6 años en una minúscula celda. Por fortuna, Charlie Plum sobrevivió a su encierro y desde hace décadas se dedica a enseñar e inspirar a otros con las lecciones de vida y liderazgo que aprendió. Y una de las más reveladoras es la de la gratitud.
Años después de la guerra y cuando no era conocido para nada estaba Plumb comiendo en un restaurante con su esposa cuando se le acercó un hombre y le dijo: ‘¡Tú eres Plumb! Pilotabas aviones de guerra en Vietnam en el portaaviones ‘Kitty Hawk’. ¡Y fuiste derribado!’
‘¿Cómo es posible que sepa eso?’, le dijo Plumb.
‘Porque yo preparaba vuestros paracaídas’ contestó el hombre.
De la sorpresa Plumb se quedó sin aliento durante unos segundos y entonces el hombre le dijo: ‘Parece que funcionó’.
Y Plumb alcanzó a responderle: ‘Si tu paracaídas no hubiera funcionado, hoy no estaría aquí’.
Esa noche Plumb no pudo dormir. No dejaba de pensar en quién era él por entonces, formando parte de una reducida elite de engreídos jóvenes, con su peculiar uniforme con elementos que lo diferenciaban del resto, orgullosos, arrogantes, sintiéndose el centro del universo… Y pensaba en las veces que habría visto a ese hombre y a otros como él a los que no había siquiera saludado. Y todo porque él era un piloto de elite y ellos eran solo marinos, personal auxiliar.
Plumb pensó mucho sobre ese hombre y sobre las horas que había estado preparando y revisando sus paracaídas en un lugar ubicado en la parte baja y menos noble del portaaviones. Ese hombre tuvo en sus cuidadosas manos el paracaídas que le salvó la vida. Tuvo en sus manos el destino de otros muchos a los que ni siquiera conocía. Y entonces también pensó en la cantidad de otras personas, cocineros, mecánicos, limpiadores… que hicieron posible que ellos, los pilotos, hicieran su trabajo.
Y desde entonces Plumb comparte su historia en sus conferencias y le pregunta a la audiencia ‘¿quién prepara tu paracaídas?’ Todos necesitamos a otros que constantemente nos preparan el paracaídas. A veces es el físico, otras veces el emocional o el mental, y en no pocas ocasiones el espiritual.
Todos mis clientes son directivos de éxito. Y ser un profesional de éxito puede llevarte a perder de vista que son muchas las personas que te han ayudado y te ayudan cada día a estar donde estás.
El excepcional líder del equipo con el que tuve la fortuna de trabajar la semana pasada es alguien que no necesita que le ocurra algo como lo de Charlie Plumb para darse cuenta de que su éxito es producto de la ayuda que recibe de todo su equipo. Y fue emocionante verle el martes por la noche decírselo a su equipo y darles las gracias uno a uno por su contribución.
Y en tu caso, ¿quién prepara tu paracaídas?
Sé feliz, P.
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5 Comments
Buenos dias, gracias por este hermosa reflexion que nos da una toma de contacto que yo llamo humana, hace muchos años leia a Jorge Bucay hizo una gran contribucion en mi, una frase que resuena cada vez que leo este tipo de reflexiones venia a decir sin parafrasearlo » Gran parte de los problemas del mundo vienen por que esperamos cosas de los demas», es importante conocer quien te prepara el paracaidas, donde estas, de donde vienes y a donde vas, pero lo mas importante es que el paracaidas que a uno le toque preparar lo haga con amor incondicional, sin esperar nada a cambio, en esta sociedad infoxicada de competitividad es muy sencillo estar preparando paracaidas para ir subiendo pisos del portaviones.
Gracias Pablo tu eres un maravilloso ejemplo de servidor incondicional, gracias.
Me parece un relato muy inspirador Pablo. Sin duda comparto lo que dices; quiero pensar que en alguna medida lo practico casi inconscientemente, pero tú me lo has traído al primer plano. En cierto modo me ha recordado un librito escrito por Paco Muro: El Gran Principio de la Dirección de Personas. Ahí su autor nos enseña que el agradecimiento realimenta positivamente la obtención de «más y mejor» de eso que agradecemos… si lo hacemos desde el corazón.
Muchas gracias.
Gracias, José Alberto. Te conozco poco pero sí que me parece que eres alguien que lo práctica. Y gracias también por traer aquí el libro del buen amigo Paco. Abrazo, P.
Muchas gracias por esta reflexión. Me conmueve y me hace más agradecido, primero con Dios, y luego con tanta gente que me ayuda en el camino.
Gracias a ti, Moisés.