Querido hijo:
Los hombres aprenden a ser un hombre de sus padres, abuelos, hermanos mayores y otros hombres de su familia. Desde la antigüedad los hombres aprenden que para ser un hombre de verdad, un auténtico hombre, uno debe ser fuerte, y no mostrar nunca ninguna señal de debilidad.
Mostrar debilidad no es aceptable para un hombre. De hecho los hombres siempre han sido los protectores de la familia, los defensores de todas aquellas personas cercanas que no se pueden proteger a sí mismas.
Como resultado de esta programación que se remonta cientos de años, si no miles, los hombres hoy vivimos una conflictividad emocional como nunca antes. Hoy sentimos que se espera de nosotros que seamos ambiciosos proveedores de dinero a la vez que maridos o compañeros compasivos; brillantes profesionales agresivos a la vez que padres atentos y cariñosos; protectores valientes de la familia a la vez que varones sensibles con capacidad para la intimidad. Estas insoportables tensiones emocionales y físicas conducen a vidas conflictivas y más cortas.
Aún hoy en el siglo XXI, si niños o chicos jóvenes muestran debilidad y vulnerabilidad de cualquier tipo suelen ser ridiculizados sin piedad por sus padres, hermanos (sobre todo por los varones) y amigos. En el momento en que un chico joven muestra algún tipo de vulnerabilidad, la reacción es preguntarle: ‘¿es que eres una nena o qué?’ (comentario que, por cierto, afecta de manera muy negativa tanto a la identidad de los hombres como a la de las mujeres). En el crecimiento y desarrollo de un chico no hay lugar para ningún tipo de debilidad. Se les enseña a negar y suprimir cualquier tipo de debilidad o vulnerabilidad casi desde el primer día.
Solo hay que mirar a los modelos que son idealizados por los jóvenes. En las series de televisión, películas y videojuegos el mensaje es sin variación que los chicos son fuertes, duros y sin espacio para expresar emociones o debilidades. Los personajes clásicos son Superman, Spiderman, Batman, Lobezno, Thor, Hellboy, Capitán América… que nos llegan desde los Estados Unidos; y en España tenemos algunos clásicos más castizos como el Capitán Trueno o Jabato…
¿Qué niño de mi generación, o incluso de generaciones posteriores, no ha tenido un disfraz de alguno de aquellos superhéroes para jugar con sus amigos, o un traje de sheriff con sus cartucheras y pistolas… En mi caso, cuando tenía tu edad, conseguí y mostraba con orgullo un carnet muy bien hecho que me identificaba como uno de los hombres de Harrelson, una serie de los años setenta donde un equipo de duros superpolicías resolvían las situaciones más difíciles. No había manera de escapar a esta programación.
Todos esos modelos representan a duros salvadores de la humanidad. El resultado es que todo niño, lo desee o no, siente que debe parecerse a uno de estos superhéroes salvadores. El mensaje es que cualquier cosa por debajo de esos estándares no es suficiente para ser un hombre de verdad. Y así es como empieza, en muchos casos, la idea de ‘no valgo’ o ‘no soy suficiente’ para los hombres jóvenes. Incluso la tendencia a una mayor agresividad.
Y estos patrones de masculinidad tradicional llevaban a que cuando un chico joven era de algún modo amenazado, su respuesta aprendida era la de no quejarse y defenderse, mostrar algún tipo de agresividad o violencia en cualquiera de sus formas con el objetivo de evitar sentirse vulnerable. Cualquier sensación de miedo, de culpa o de vergüenza eran reprimidas o recubiertas con algún comportamiento agresivo o de suficiencia.
Todo lo que deseábamos ser era parecernos a grandes atletas, a valientes soldados o a increíbles luchadores que pueden con todo. Así es como se definía a un hombre fuerte. Eran modelos que al seguirlos nos proporcionaban reconocimiento de nuestro entorno. No había otra opción. No existía escapatoria.
Y ello sigue siendo prácticamente igual, hijo mío. Si alguien lo duda, solo hay que poner la televisión para darse cuenta de ello o ver los videojuegos con los que chicos de hoy pasáis horas en la consola de turno. Los chicos jóvenes siguen despreciando el sentirse vulnerables.
Y el miedo, culpa o vergüenza reprimidas se convierten en un peaje alto para un chico. El mensaje claro que recibe es que vale poco, que no es suficiente. No es un mensaje muy sano. Y ese nivel de represión y los mensajes asociados pueden llevar a comportamientos no deseables o incluso a cualquier tipo de adicciones.
Es importante, Matías, darse cuenta de todo esto para poder de algún modo escapar a esta programación o, en el caso de quienes crecimos bajo ese modelo, poder revertirla.
Sé feliz, P.
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8 Comments
Me ha encantado el post, Pablo.
Muy cercano, y aunque sea mujer, creo que puedo comprender un poco el sentimiento de un hombre al cual se le lleva pidiendo (de manera subliminal) tanta responsabilidad.
Tal vez los tiempos estén comenzando a cambiar un poquito. Así lo creo y espero.
Un abrazote y gracias por el post.
Ana
Gracias Pablo. Me ha encantado no solo el contenido si no el hecho de que lo dirijas a tu hijo. No hay mejor legado que entregar a un hijo que la experiencia de uno para que ellos puedan ponerla en valor a la hora de vivir la suya propia. El ejemplo la mejor enseñanza. Seamos felices
Gracias Pablo, precioso post. Como mama de dos muchachos fuertes y duros consigo mismo, mi pelea diaria es enseñarles el poder de ser capaz de aceptar la vulnerabilidad, al menos de cuando en cuando, del aprendizaje que ello supone y sobre todo de la fuerza adicional que ello nos puede aportar! Confio en que pasito a pasito consigamos modificar esta secuencia en el ADN de nuestra sociedad. Abrazo
Fantástico post Pablo. Yo también creo que ser vulnerhábil es un gran signo de fortaleza y liderazgo personal. Un abrazo
https://joanclotetsule.wordpress.com/2013/12/11/vulnerhabilidades/
Muchas gracias Pablo por este post tan profundo! me ha inspirado de nuevo y me hace más seguro de cómo quiero educar a mis dos hijos y qué valores les quiero transmitir!
Gracias, Ana por tu comentario. Reconozco que no es un tema fácil sobre el que escribir y menos para publicar tal como están no pocas sensibilidades con esto del género, pero lo he escrito inspirado por mi experiencia más personal y aquella de mis clientes, y además dirigido a mi hijo, lo cual pienso que también me ha ayudado.
También me alegro de que esto te haya gustado, Luis.
Y gracias también a Susana, a Joan y Jesco. Por vuestros comentarios y por la inspiración que también he recibido de vosotros.
Cliches muy arraigados en nuestra sociedad, sobre todo en la cultura mediterranea y sudamericana, donde todos guardamos muy bien las apariencias pero a poco que profundicemos un poco…
Hola Pablo,
Relacionado con este tema me gustaría que escribieras algo sobre la tolerancia a la frustración en el ámbito profesional.
Gracias y saludos
José M