Esta mañana he tenido una sesión de coaching con un cliente que es responsable de estrategia en una multinacional española. Ha sido una sesión inspiradora, que me estimula a escribir sobre el propósito de vida, o el sentido de nuestra existencia, uno de los asuntos habituales en coaching.
¿Conoces la breve historia del martillo? Todos sabemos que el martillo sirve para clavar. Para eso fue creado. Imagina que al martillo nunca se le da uso. Solo está guardado en la caja de herramientas. Al martillo no le importa.
Pero ahora imagina ese mismo martillo con un alma, consciente de sí mismo. Pasan y pasan los días y él sigue en la caja de herramientas. Se siente extraño adentro, pero no está exactamente seguro del porqué. Algo falta, pero no sabe qué es.
Entonces un día alguien lo saca de la caja de herramientas y lo usa para romper algunas ramas para la chimenea, para hacerlas más pequeñas. El martillo se siente útil y está muy feliz. Al martillo le encanta ser sostenido, esgrimido y estar golpeando las ramas. Sin embargo al finalizar el día, aún no se siente realizado. Golpear las ramas fue entretenido, aunque no fue suficiente. Algo falta todavía.
En los días siguientes es usado a menudo. Arregla una llanta de coche, derriba una pared en un local comercial, recoloca la pata de una mesa. Es increíble cuán útil puede ser… Y sin embargo, aun no se siente realizado. Ansía más acción. Quiere que lo usen tanto como sea posible para derribar, quebrar, romper, abollar cosas. Se imagina que no ha tenido suficiente de todo ello para satisfacerlo. Más de lo mismo, cree que es la solución a su falta de realización, a su sensación de vacío.
Entonces un día alguien lo usa para clavar un clavo. De repente se ilumina su alma de martillo, se siente como nunca antes. Ahora entiende para qué fue verdaderamente diseñado. Fue para golpear clavos. Todas las otras cosas que él golpea palidecen en comparación. Ahora sabe lo que su alma de martillo estaba buscando todo el tiempo.
Nuestro propósito de vida no tiene por qué concretarse en una frase “bonita” de esas que quedan bien. Ni siquiera tiene por qué ser algo “muy importante” para los demás (utilizo comillas porque, aunque no lo parezca, siempre es muy importante para otros).
Lleva tiempo, reflexión y hasta madurez descubrir tu propósito, que como en el caso del martillo, siempre está ahí, dentro de ti. E incluso, durante nuestra vida el propósito puede variar, puede afinarse o ajustarse; y ello no hace menos relevante al anterior. Tampoco es solo lo que haces trabajando; el propósito, bien al contrario, se refleja en TODO lo que haces, con todas las personas con las que te relacionas. El propósito es un reflejo de tus valores y de quién eres en el mundo.
Comparto hoy mi propósito en esta entrada: Desarrollar el nivel de conciencia en el mundo. Así de sencillo y así de abstracto. He tenido otros propósitos, versiones más primitivas de este, que se han reflejado en frases más impactantes, más concretas, más largas, casi siempre relacionadas con mi actividad profesional… Pero siempre me ocurría como al martillo; algo no estaba bien, me faltaba algo. Y finalmente di en el clavo. Ahora tengo un propósito que refleja todo aquello que le da sentido a mi vida, que me guía, orienta y me ilusiona como nunca antes: Desarrollar el nivel de conciencia en el mundo. Ese soy yo, esa es mi visión y mi destino.
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